Este año ha sido muy duro por la cantidad de pruebas que ha supuesto el RetoPichón 2019, pero lo tenía claro, no podía faltar a esta cita. El año pasado ya participé y, mientras que el cuerpo aguante, no fallaré.
Es una carrera mágica, el Ultramaratón de la Vida, 50 kilómetros corriendo con un claro objetivo: que ninguna persona esté esperando una donación de órganos.
Tengo claro que mientras pueda, allí estaré todos los años.
Pero para mí, es muy especial. Siempre he escuchado que para no olvidar a una persona hay que recordarla siempre. Yo quiero poner mi granito de arena para recordar siempre a Anchoa Muñoz, una persona que hizo muchísimo por su familia, por el deporte andaluz, y por ayudar siempre a los demás.
Decidí irme el mismo día, el domingo amanecí a las 5 de la mañana, cuando llegué a Sanlúcar de Barrameda, sobre las 7, ya estaba nervioso. Es una carrera distinta, no lo puedo explicar con palabras, hay que hacerla para experimentar lo que se siente. Había mucha gente, una temperatura muy buena, y un ambiente de gran respeto. Nos cruzaron en la barcaza desde Sanlúcar a Doñana. Me encanta esta carrera porque coincido con personas muy especiales como Antonio Jurado, Jesús Rey, y este año se sumaron Javier Lopez y Juan García, a los que quiero dar las gracias, porque me ayudaron muchísimo para terminar la prueba.
El contarlo me hizo emocionarme mucho.
No me encontraba bien físicamente, pero la emoción del momento, el motivo por el que la haces, lo que ves… los kilómetros pasan rápidamente. Faltando unos 10 o 12 kilómetros empecé a encontrar fatiga. Con mucho esfuerzo fui consiguiendo el último tramo. Cuando faltaban solo 2 o 3 kilómetros para llegar a la meta ¡fue brutal! Toda la ciudad estaba en la calle, es impresionante ver cómo tantas personas esperan en la meta. Allí estaba Eduardo Rangel, el alma de la prueba que me colgó la medalla. Siempre te sientes ganador. Este año, ha sido único, el speaker me agarró por el cuello y me hizo explicar por qué estaba allí. El contarlo me hizo emocionarme mucho.
Desde aquí, quiero darle las gracias a todos los voluntarios, por el cariño que ponen por cuidarnos.
Luego tocaba recuperarse, vestirse y volver a casa. Tengo claro que mientras pueda, allí estaré todos los años.
¡Va por ti, Anchoa, un beso muy fuerte!