Aunque solo había pasado una semana desde la prueba anterior, me sentía fuerte y decidido: iba a Cascais a conseguir la medalla para Esperanza en el Ironman 70.3. Los inicios del año han sido difíciles, pero ahora, me encuentro mejor que nunca.
Llegué el día antes con el tiempo justo para dejar el material, revisarlo y descansar de cara al día siguiente. El sitio, la temperatura y todo era perfecto. Dentro de mí había algo que me decía que iba a ir bien, creo que era confianza.
Recurro a pensar en esas 7 familias a las que voy a ayudar con el RetoPichón
La noche anterior, como siempre, me costó dormir, pero a las 5 de la mañana ya estaba listo para desayunar y coger fuerzas. En esos momentos de soledad siempre surgen dudas, pero rápidamente recurro a pensar en esas 7 familias a las que voy a ayudar con el RetoPichón, y en Portugal, concretamente, pensaba en Esperanza.
Cuando calentaba en el mar, justo a mi lado, me encontré al mejor del mundo, Javier Gómez Noya, le saludé, le dije que era un orgullo participar en la misma prueba que él y le deseé suerte. Finalmente, fue el ganador del día.
Pero yo tenía que ir a lo mío: conseguir terminar y tener la sexta medalla para Esperanza. En la natación me fue muy bien, rápidamente me esperaban 90 km. de bici. Me sentí mejor que nunca y, aunque tuve que apretar los dientes en algunos momentos, disfruté. Por último, 21 kilómetros de carrera en los que solo pensaba que el final estaba cerca.
Sin duda, ha sido el mejor Ironman que he hecho en mi vida.
Cuando me dieron la medalla solo pensaba en llamar a los padres de Esperanza para ir a verla. Me recuperé y regresé a casa después de 6 horas de camino en coche.
Por fin el jueves quedé con ellos en la sede de la Fundación Upacesur en Jerez. Yo llegué primero, estaba nervioso e impaciente. Desde que entró por la puerta, Esperanza ya sonreía, fue muy emocionante compartir este rato con ella y con sus padres, Joaquín y Manoli, y sus hermanas, Manuela y Zaida.
Le colgué su medalla y le dije que ese momento se me grabaría en la memoria, que dentro de unos años lo recordaría con muchísima ilusión. Le di las gracias a sus padres, que son los que cada día superan un ironman, por dejarme ayudarles modestamente.
De vuelta a casa es el momento de reflexión, y esta vez pensé que solo queda una prueba de las siete. Antonio, Albertito, Ainara, María, Juanjo y Esperanza ya tienen su medalla. Paco, pronto la tendrá. ¡Seguimos! ¡Hasta pronto!