A mi vuelta de Costa Rica me tocaba descansar y recuperarme muy bien, no solo desde el punto de vista físico, sobre todo mentalmente. Había que pasar página lo más pronto posible porque nos queda un año muy intenso por delante y tenemos que seguir.
El domingo, 19 de marzo, era la primera de las quince medias maratones del #RetoPichón de este año: Y está era por el primero de los protagonistas: Hugo. Es un niño de 5 años muy especial con una de las enfermedades denominadas raras, el “Sindrome CDG 1k”. Solo hay dos casos en España. Puedes conocerlo mejor aquí.
Elegimos Zaragoza para la primera prueba, para mi un sitio muy especial. El viernes llegamos por la tarde, cargados de mucha ilusión por conseguir la primera medalla. Y una vez allí, solo quedaba esperar a la carrera.
La noche anterior tuve una llamada muy especial.
Fran, el padre de Valentino, (el otro niño con la misma enfermedad de Hugo) estaba en Zaragoza para correr también la carrera. Quedamos para vernos y aunque no hablamos de ningún sitio en concreto, algo me decía que nos íbamos a ver.
¡Qué emoción cuando me los encontré!
Estuve gran parte de la carrera corriendo con ellos. Yo iba detrás y en muchos momentos se me saltaron las lagrimas, es muy emotivo ver la lucha de un padre por su hijo.
Con la imagen delante de la Basílica del Pilar supe que ¡La teníamos! Hugo tenía su medalla.
Tenía muchas ganas de conocer a Inma y a Hugo en persona. Ya desde Zaragoza escribí a Inma para decirle que lo había conseguido y una vez que llegue a Sevilla la llamé para quedar con ellos. El Lunes Santo a las 16:30 horas quedamos en su casa para llevarles su medalla.
No sé si se dio cuenta pero lo hicimos con la mayor ilusión
Cuando me abrió la puerta Inma, me sorprendió su carita de niña y su juventud. Detrás de ella estaba Hugo, en su espacio, donde él tiene su mundo. Con Hugo sus dos primas y sus perros, inseparables y con un vínculo muy especial.
Estuvimos un buen rato hablando, Inma contándome cómo era su día a día, cómo es su vida y la de Hugo, con qué se enfrentan y cuáles son sus necesidades. A Hugo le pusimos su medalla. No sé si se dio cuenta de lo que hacíamos, pero lo hicimos con la mayor ilusión del mundo. Ya siempre vendrá conmigo.
Me impresionó mucho la fortaleza de Inma, su entereza hablando de su vida, pero sobre todo su capacidad de lucha.
“No me queda otra, hay que seguir hacia delante”. Ella cuida de Hugo, trabaja y estudia, porque parte de su fuerza para seguir luchando se la da la ilusión de poder contribuir de alguna forma en la investigación de enfermedades como la de Hugo.
Cuando regresaba a casa, fue como si se parara el tiempo. Fue difícil digerir todo lo que pude vivir con ellos, pero sirvió para reforzar mi convencimiento; hay que seguir, todas estas madres y sus hijos necesitan muchas cosas, pero quizá una de las más importantes es que se les vea.
¡Hasta muy pronto!