Viajar con una bicicleta a cuestas siempre se hace largo, pero al mediodía del viernes ya estaba en Pescara (Italia) para participar en el Ironman 70.3 Pescara, la segunda prueba del #RetoPichon2018. Llovía muchísimo, me llamó mucho la atención porque esta ciudad está en una zona costera y bastante turística por lo que esperaba sol y buen tiempo. Tocaba descargar todo el material e ir a ver el lugar.
Ya el sábado por la mañana, desayuné temprano y rápidamente “manos a la obra”. Pero cuál fue mi sorpresa que, al desembalar la bicicleta me la habían vuelto a romper en el avión – y ya van tres veces. Rápidamente me acerqué al taller de la organización para repararla y uno de los mecánicos me dijo que no era posible.
Había recorrido casi 2.500 kilómetros y no iba poder competir.
La pieza que estaba partida no la tenían y que en Pescara no se podía comprar. Imaginaros mi situación, había recorrido casi 2.500 kilómetros y no iba poder competir. El mecánico me comentó que la pieza tal vez la podría encontrar en una tienda que estaba a unos 20 kilómetros de allí.
Como era la única solución, busqué un coche y me dirigí hacia la tienda. Intenté ser positivo, pero continuamente me rondaba por la cabeza la posibilidad de no poder participar. Cuando llegué a la tienda me atendió una señora muy amable que después de ver mi cara dejó lo que estaba haciendo y me miró fijamente. Le enseñé la pieza y me dijo que no sabía si la había. Mientras llamaba a un compañero, le perseguí por toda la tienda hasta una estantería donde se paró. Pasaron unos segundos que se hicieron eternos y … ¡toma! Quedaba una. Abracé a todos los que estaban allí y les di las gracias como si hubiéramos encontrado lo más preciado que hubiera visto en mi vida.
Rápidamente volví a Pescara donde Romeo, un mecánico que había trabajado 3 años en la vuelta ciclista a España, me arregló la bicicleta en 15 minutos. Por fin, pude registrarme, dejar todo el material y descansar para el gran día.
El domingo me levanté muy temprano pero aun así me impresionó el calor que hacía tan pronto, y, sobre todo, que amenazaba con apretar durante la prueba. ¡Había muchísima gente! Revisé por última vez todo el material, y lo primero era nadar. El mar estaba perfecto. Cada vez me siento más cómodo en el agua. Empecé tranquilo, pero terminé muy bien. Luego tocaba la bici. Me costó empezar, pero a los pocos kilómetros ya me encontraba algo mejor. De todas formas, no conseguí en ningún momento ir cómodo. El sol apretaba mucho. Los últimos 20 kilómetros se me hicieron interminables.
Y por fin la meta. No me acostumbro a esa sensación, pero es ¡¡¡brutal!!!
No tenía ganas de comer nada, ni de beber, pero me obligué porque todavía me faltaba la carrera. Dejé la bici – que ganas tenía – y me puse a correr. Apenas sin fuerzas me dejé llevar. Los gritos de la gente “¡vamos pichón!” me animaban. Y por fin la meta. No me acostumbro a esa sensación, pero es ¡¡¡brutal!!! Uno más. La 2ª prueba del #RetoPichon 2018 ya la hemos conseguido.
Sé que queda mucho. Llevamos el 10% de la recaudación que tenemos que conseguir. Pero el esfuerzo del fin de semana en Pescara me ha dado muchas fuerzas para seguir luchando porque esas mujeres con discapacidad de La India tengan una oportunidad en la vida.
Vamos a conseguir el #RetoPichon de este año: ayudar a la Fundación Vicente Ferrer a construir la residencia para 70 mujeres con discapacidad.
La próxima parada da miedo. Será el Triathlon Hispano, un ultraman que supondrá 10 kms. a nado, 360 kms en bici y 84 kms. corriendo. Comienza la cuenta atrás, quedan tres meses para entrenar muy duro. ¡¡¡Seguimos!!!