He querido dejar pasar un poco más de un mes antes de escribir este post, para tener el tiempo suficiente de asimilar todo lo vivido en lo que ha sido la prueba más dura a la que me enfrentado hasta la fecha. Todavía quedan señales en mi cuerpo, pero sobre todo muchas sensaciones e imágenes que estoy seguro que nunca olvidaré.
Esta aventura la inicié en el año 2020, pero el COVID y un problema posterior en mi pie derecho me lo impidieron. Este año tenía que ser sí o sí, no podía esperar.
Sabía que llegaba muy corto de preparación física, pero muy fuerte mentalmente. Tenía muy claro el objetivo de esta primera prueba del #RetoPichón2022: gritar muy alto la existencia de la Distrofia Muscular de Duchenne, que en España sufren esta enfermedad 1 persona cada 5000, que todavía no tiene cura y que estas familias necesitan que se siga investigando…¡y lo conseguimos!
Considerada como una de las pruebas más duras del mundo -250 kilómetros en siete etapas en autosuficiencia por el desierto del Sahara en Marruecos-, para mí más que una prueba deportiva ha sido un reto de superación personal.
Tras las dos operaciones del pie derecho en septiembre del año pasado, cuando en diciembre se cerraron las heridas y todavía iba en silla de ruedas, pensaba no solo que no volvería a correr nunca sino que no podría volver a andar. Por eso, cuando llegue a la meta no pude parar de llorar.
Viajaba solo y a priori no conocía a nadie del resto de participantes, lo que lo hacía aún más exigente. Nada más llegar al campamento, conocí la Haima y a quienes serían mis compañeros durante toda la prueba. Mis compañeros de la Haima 14: Guille, Cristina, José Manuel, Loreto, Marcos, Miguel, Carlos y Orta fueron fundamentales para poder terminarla. Una pieza clave fue Guille, que me guio durante todas las etapas, y no dejó de pincharme cuando surgían dudas. ¡Guille, muchísimas gracias!
Tuvimos revisión de reconocimiento médico y de material obligatorio, y tuve que preparar muy bien la mochila con la que tendría que cargar todas las etapas, ¡pesaba 10,6 kilos! En esa mochila, a parte de todo el material, llevaba también 15 niños que visibilizarán el #RetoPichón de este año, y 530 familias afectadas por la Distrofia Muscular de Duchenne.
En el campamento amanecía muy temprano. No fue fácil desde el principio. Ya en la primera etapa a 5 km de la meta me deshidraté y tuve que recuperarme durante la noche. Empezaron las tormentas de arena, las dunas, subir y bajar montañas muy exigentes, lluvia, calor,… muchísimo calor y frío por las noches. El desgaste iba haciendo mella en cada etapa: de la primera a la séptima etapa la mente y el corazón se convirtieron en la clave de todo.
Los pies han sufrido muchísimo durante toda la carrera. Las curas eras diarias. Durante los siete días he reído y llorado, he pasado miedo y soledad, hambre y mucho sufrimiento. Tuve momentos críticos donde rondó por mi cabeza que no iba a conseguirlo y que tendría que retirarme. Pero también he disfrutado mucho. Ha sido una oportunidad y un privilegio poder formar parte de una experiencia como esta.
Cuando me quedaban apenas unos metros para llegar a la meta final me paré para esperar a los que habían sido mis compañeros de esta aventura, pero además quería asimilar lo que habíamos conseguido: ¡el Marathon des Sables! Tuve claro desde que salí de España que mi objetivo era llegar a esa meta y sobre todo visibilizar y recaudar fondos para la causa social de este año del #RetoPichón: las 530 familias que aglutina Duchenne España.
Esta prueba la he ido afrontando kilómetro a kilómetro, pensando solamente en el siguiente control. La clave ha sido pensar en cual era la causa de esta aventura. En los momentos de dudas y de agotamiento, siempre aparecían en mi cabeza esos 15 niños, y las 530 familias afectadas por la Distrofia Muscular de Duchenne.
He visto mucho individualismo, lo que me ha llevado en algunos momentos a querer comprenderlo. No me refiero solo a la comida o al agua (sé que estamos hablando de una prueba de autosuficiencia) sino a la falta de una sonrisa o unas palabras de ánimo. Esta prueba es diferente por muchas razones, quizás, esta sea una de ellas. A pesar de todo, mi sentimiento final es de absoluta gratitud; solo no hubiera podido conseguirlo.
GRACIAS a Duchenne España por permitirme ayudarles este año; a Raquel Domínguez porque un trocito de esta medalla es suya; a Manu Delgado por ayudarme con los entrenos, a mi fisio “El Mago” por su duro trabajo para poder llegar, a Alfonso; a Juancho Moreno por prepárame la mochila; a Guille por guiarme durante todo el camino; a mis tres hermanos que sé que han estado detrás; a Amparo y Elena porque sin su ayuda no hubiéramos podido visualizar todo lo que hemos hecho, ni hubiésemos podido recaudar todos los fondos que llevamos; a mi padre, a mi hijo Juan, a los Embajadores del #RetoPichón( ¡ya somos 25 por todo el mundo! Y los he sentido a todos ellos a cada zancada), a todos los que me habéis enviado un mensaje de apoyo al finalizar cada etapa ¡era la gasolina para el día siguiente! Y, por supuesto, a mi madre por enseñarme que con el esfuerzo todo se puede conseguir.
Esto no ha hecho nada más que empezar. En un par de semanas vuelvo otra vez a la carga. Afrontaremos 15 pruebas por 15 niños con Distrofia Muscular de Duchenne, a los que les llevaremos una medalla para visibilizar la enfermedad, recaudar fondos y también para conocer cómo es el día a día de sus padres.
¡Hasta muy pronto!