El pasado fin de semana tocó el Desafío Doñana, la quinta prueba de este año que, en esta ocasión sería por Juanjo. Como sabéis es uno de los siete niños de la Fundación Upacesur a los que estoy ayudando con mi #RetoPichón.
En días anteriores no me podía quitar de la cabeza el no haberlo superado en mi participación anterior
Esta prueba era muy importante superarla para mí, porque ya participé anteriormente, y no fui capaz de llegar a la meta. En esta ocasión, no podía fallar, tenía que conseguirlo para llevarle la medalla a Juanjo, un niño de 12 años muy especial al que le gusta muchísimo la música. En días anteriores no me podía quitar de la cabeza el no haberlo superado en mi participación anterior, pero el hacerlo este año por Juanjo lo hacía muy especial.
El viernes regresaba de trabajar fuera de Sevilla, cogí mis cosas y me fui a Sanlúcar de Barrameda. Recogí el dorsal y dejé todo el material. Verme allí y pensar en lo que tenía que afrontar al día siguiente me inquietaba bastante. He participado en muchísimas pruebas pero ésta, concrétamente, me generaba muchas dudas. Tocaba descansar porque, aunque no salíamos temprano, había que estar lo más fresco posible.
En la natación, a la mitad del recorrido notaba que no avanzaba
Amanecí con muchas ganas, en esta prueba se cambia el orden de las disciplinas y lo primero esta vez era la bici. Teníamos 100 kilómetros por delante. Ha sido la vez que más rápido he ido con la bicicleta. Estoy seguro que Juanjo tenía mucho que ver. Lo pasé muy mal los últimos 10 kilómetros, pero ya pensaba en el tramo de la natación.
Teníamos que atravesar la desembocadura del río Guadalquivir, de Sanlúcar a Doñana, tan solo lo separaba 1 kilómetro. A pesar de ser poca distancia, las corrientes que hay hacen que sea bastante duro superarlo. Al principio me encontré muy bien, pero a la mitad del recorrido notaba que no avanzaba. Otra vez, las ganas de llevarle la medalla a Juanjo, hicieron posible que superara el bache.
Vi que ya había conseguido mis dos objetivos
Al llegar a la orilla aparecieron algunos calambres. Tocaba ponerse las zapatillas y correr tranquilamente porque me quedaban 30 kilómetros por delante. En este recorrido, como entenderéis da lugar a arreglar y deshacer el mundo por todo lo que se te pasa por la cabeza. Pero tuve suerte, me encontré con una persona muy especial, Manuel Navarro, que en todo momento me estuvo ayudando.
Cuando apenas quedaban cinco kilómetros y visualizaba la meta, vi que ya había conseguido mis dos objetivos: lo más importante, llevarle la medalla a Juanjo, pero también, vencer el miedo que tenía a la hora de salir y haber superado la prueba en la que algunos años atrás me había tenido que retirar.
Cuando ya me recuperé en la meta, me alimenté y volví a casa. Solo pensaba en ir a Jerez a llevarle la medalla a Juanjo, llamé a su madre, Cristina, y quedé con ellos el pasado miércoles.
Llegué a la sede de la Fundación y ahí estaba él, nervioso e impaciente. Me dijo una cosa que me emocionó, que estaba muy contento, orgulloso, y que pensaba que no era verdad que le llevara la medalla. Lo abracé y le dije que lo quería, que recordaría siempre ese momento. Agradecí a su madre, Cristina, y a sus hermanos poder ayudarle humildemente.
Ya queda menos, faltan dos niños, Esperanza y Paco. ¡Hasta muy pronto!