La semana pasada realicé el primero de los 10 Triatlones en Valencia, dando así el pistoletazo de salida a mi #RetoPichón en beneficio de la Fundación Luis Olivares. Como todo proyecto que empieza había nervios y es que no era un Triatlón normal, ya que a esos nervios sumaba la responsabilidad de tener que finalizarlo para cumplir mi reto y no fallar a la Fundación Luis Olivares.
En mi viaje a Valencia, me surgieron una serie de imprevistos que me enseñaron a ser más fuerte y seguir avanzando ante cualquier adversidad.
Dos días antes del Triatlón en Valencia, llevé a reparar mi bicicleta que estaba dañada a causa de una caída que había sufrido días antes, así que, me dirigí hacia el Decathlon de Alcalá de Guadaíra, le comenté mi problema y le insistí a los responsables en que la tenía que tener para el viernes.
Tras finalizar mi jornada laborar el viernes, me dirigí hacia el centro, y ¿cuál fue mi sorpresa? ¡Estaba cerrado por fiesta local! Me quede completamente blanco, no sabía qué hacer, pero aún así, decidí poner rumbo a Valencia e intentar conseguir durante el trayecto en coche una bicicleta para realizar el primero de los 10 Triatlones.
Realicé diferentes gestiones, pero ninguna con éxito y una vez llegado allí a las 9 de la noche me dirigí hacia el Decathlon Campanar de Valencia. Quedaban 45 minutos para el cierre de la tienda y competía a primera hora de la mañana, era mi última baza para conseguir una bicicleta.
Una vez con el dependiente, y sabiendo que la mía estaba en Sevilla, decidimos cual era la bicicleta que mejor se adaptaba a mis necesidades. Pero ¿Cuál fue mi sorpresa? ¡Mis tarjetas de crédito no funcionaban! Había realizado diferentes pagos y no me permitía utilizarla.
Los minutos pasaban, y yo sólo pensaba en que tenía que cumplir mi reto y necesitaba esa bicicleta. Así que empecé a movilizar a todo el centro comercial, les conté mi reto y la importancia que suponía no solo para mí, si no para la Fundación Luis Olivares. Conforme lo iba contando se iban acercando más dependientes y clientes, y yo solo hacía repetir que tenía dinero y que necesitaba la bicicleta.
Les ofrecí realizar una transferencia bancaria pero me informaron de que las normas del centro no lo permitían. Pero yo las dije a los responsables del centro que necesitaba esa bicicleta y que me la iba a llevar. Mi sorpresa fue que un hombre de mediana edad que iba con su hija se acercó a mí y me dijo que cuánto dinero necesitaba, que él se ofrecía a dármelo.
Se produjo un silencio rotundo, un joven que no conocía de nada me quería pagar la bicicleta, porque decía que el reto era muy bonito. En ese momento decidí utilizar mi última opción y probar antes en el TPV de la caja central del centro, a ver si la tarjeta pasaba la cantidad que requería. Así que nos dirigimos 10 o 15 personas, entre clientes y empleados, a ver si funcionaba. Y la sorpresa fue que: ¡la tarjeta aceptó el cargo! Al pasar la tarjeta nos abrazamos todos y es que no era para menos, después de tanto calvario, ¡conseguimos la bicicleta!
Me dirigí hacia el hombre que se había ofrecido a pagarme la bicicleta y le agradecí enormemente su gesto, que me demostró que hoy en día sigue habiendo personas anónimas con buen corazón.
Esa noche no podía dormir, entre la emoción sufrida y las largas horas de viaje en coche, pero empecé a concienciarme de que tenía que levantarme muy temprano para afrontar la primera prueba. Y es que, me desperté muy temprano a las 6 de la mañana para ser exactos, porque tenía que dejar todo el material en la salida.
El invierno de entrenamiento había sido muy duro pero hasta que no empiezas no sabes cómo te vas a encontrar. La prueba de la natación en la playa de la Malvarrosa fue espectacular. Aunque salí de los últimos para evitar golpes, fui remontando y acabé en una posición intermedia.
Al comenzar el tramo de bicicleta empezó a llover con mucha fuerza, lo que hizo la fase de ciclismo muy peligrosa , ya que había muchas rotondas y el asfalto estaba muy mojado. El final tampoco fue fácil, ya que en la carrera a pie, las lluvias fueron constantes de principio a fin. Pero cuando entré en meta a parte de la satisfacción que uno siente en una prueba de estas características, sentí una emoción mayor, motivada por ese plus de responsabilidad de tener que cumplir un reto.
El Santander reconoció públicamente mi reto solidario en el acto de entrega de premios
Mi reto con la Fundación Luis Olivares fue reconocido públicamente, con la mención del Banco Santander del dorsal solidario 123, representando la lucha, el esfuerzo y la superación.
Una vez finalizado todo, recogí todas mis cosas, cogí mi coche y salí dirección a Sevilla con la sensación de haber cumplido con la primera de mis diez finales y con un pensamiento en mente…Próximo destino: Madrid.